jueves, noviembre 16, 2006

Evocaciones Varias


1.

En este momento las penumbras me traen el lejano recuerdo de una mujer que conocí en mayo del año 2000 en la hemeroteca de la biblioteca Luís Ángel; Creo que se llamaba Laura –lo único que los años han borrado es la certeza de su nombre -: era estudiante de literatura; tenía (y espero que los siga teniendo) unos hermosos ojos que le hacía juego a una cara casi perfecta (digo casi porque quizás no se ajuste por milímetros a la proporción áurea). Tenía una risa que iluminaba el recinto y se podría vislumbrar, además, que era portadora un genio agreste como las montañas…

El recuerdo, como venía diciendo, que las sombras me susurran al oído es este:

… ¡Maldita sea! Nada que encuentro el dichoso artículo para hacer el ensayo de la clase de Revolución Industrial; espero que el que estoy esperando sirva de algo… ¿que hora es?... ¡huy hijueputa si pasa volando el tiempo! Yo creo que ya llegó; haber, miremos la hojita chimba...mmmmhhhh sí, esa mierda ya deben de estar… El 7911 por favor; son dos: una revista de… sí, esa; y las lecturas dominicales del… no, el libro grandote que está recostado contra la pared… sí, ese; gracias. Veamos si el artículo sirve… ¡ah, hijueputa, esa vieja cabrona me quito el puesto! Ahora ¿dónde me siento? … ¡nooooo hijueputa! Todas las mesas están llenas… ¡ah, hijueputa!... ¡huy, en esa mesa hay un puesto libre!... disculpa, ¿esta silla está ocupada?…gracias Veamos, mmmmhh, en la página setenta y treeeesss; setenta y dos, aquí está: setenta y tres… ¡ah, hijueputa! ¡Preciso! El mismo artículo que me dejo el monitor en la fotocopiadora, con esto no hago ni mierda; ¡ah, ya que, yo dejo con lo que tengo, me importa un culo!!!… ¿o me pongo a buscar mas bien el libro que me dijo el profesor?... ¿cómo era que se llamaba?...haber, haber, mmmmhhhh ¿las revolucionesss, historia de las … mmmmhhh ¿cómo era?... un momento, esta vieja tiene tres revistas de literatura, de pronto sepa algo; además está como buena… pero debe ser más amargada que el hijueputa, se le nota; pfff, que hijueputa, digámosle; al fin y al cabo no voy a perder ni mierda… oye; discúlpame…no pude evitar ver que estas leyendo revistas de literatura… no sé si podrías ayudarme con un ensayo sobre la revolución industrial; lo que pasa es que quiero hacerlo sobre la literatura durante la revolución industrial…sí, exactamente, sobre el romanticismo…lo que pasa es que el profesor me dio el título de un libro en el que podía encontrar lo que necesito pero no me acuerdo del nombre; no sé, de pronto tú lo sepas; es algo así como la revoluciones literarias, o la literatura en la… ese,¡justamente ese!, espera lo anoto... gracias… ¿en que semestre vas?...¿En tercero? Ya casi llegas a la mitad de la carrera, ¿cierto?... ¿y como te ha parecido? ¿Sí te ha gustado?... yo estudio matemáticas… segundo semestre… no, todavía me quedan nueve semestres, porque este semestre estoy viendo una materia de segundo, una de primero y un contexto… la carrera no me ha gustado mucho; no es lo que esperaba; pero hay que darle tiempo para que coja forma…¿Qué Por qué escogí ese tema para el ensayo? Lo que pasa es que una de mis pasiones es la literatura, y bueno, ya que tenía el papayazo… ¡que interesante! Eres la primera mujer que conozco que le apasiona la matemática; ¿Cuál es tú tema favorito? – ¿no sabe que tema de la matemática le gusta? Para mí que esta hablando mierda – Creo que tú y yo podríamos formar una buena pareja ¿sabes?... Como que porque: tú estudias literatura, yo matemáticas; a ti te gusta la matemática, a mí la literatura, ¿qué más se puede pedir?… Buenoooo, ¿Cómo te llamas?... Bueno, Laura*, yo me tengo que ir; si algún día el destino nos vuelve a reunir será para algo bueno…

El destino nos volvió a reunir algunas veces; en ninguna de ellas fui capas de volverle a hablar, ni siquiera tuve el valor de saludarla. Supongo que se gradúo y que ejerce su profesión en alguna esquina del mundo. La última vez que la vi me pareció que era una mujer casada, o por lo menos comprometida, con el joven que la acompañaba; eso fue, si no me falla la memoria, a finales del año pasado en la salida de la biblioteca Luís Ángel. Recuerdo que llevaba un gabán negro que le llegaba hasta los tobillos; todavía usaba la misma mirada de años atrás y, ¡vaya prodigio!, le seguía haciendo juego con la cara. A su lado iba un muchacho de su misma edad. Yo salía y ella entraba a hacerle una pregunta al celador; en un momento quedamos frente a frente, a escasos veinte centímetros; ella me miro impasible y siguió derecho hacia los celadores; yo, orgullo masculino enarbolado, seguí derecho como si nada hubiera pasado. Una cuadra al norte de la biblioteca entré a una cafetería a tomar gaseosa y desde allí la vi cruzar de la mano del fulano y vi como el viento de las cuatro de la tarde, y la velocidad del paso, le elevaba el gabán treinta centímetros del piso…

2.

Recuerdo que el 24 de diciembre de 1995 salí por la tarde a la casa de Rodrigo Niño para pasar el tiempo. Cuando llegué ese man estaba en la cama viendo televisión, se le notaba que el aburrimiento se lo estaba comiendo vivo. Nos sentamos a hablar mierda toda la tarde. A eso de las seis sacó una botella de vino de no sé dónde para mojar la palabra. A las ocho de la noche, o nueve quizás, Elsa, la mamá, nos sirvió tamal con pan y gaseosa; ese marica no quiso comer. No puedo olvidar que ese día vi el álbum donde estaba Bohemian Rapsody, de Queen, la canción y el grupo que más me había gustado en el año 92. Después del tamal salimos a tomarnos un par de cervezas en una tenducha cerca de su casa. Salimos de ahí casi a las diez de la noche para mi casa. Después - por alguna razón que escapa a mi memoria – volvimos a irnos a la casa de él. En el trayecto nos encontramos con una compañera del colegio que se llama Jenny Bastidas. Esa vieja le echó el ojo de una: lo miraba con carita de cómeme, pero ese marica o no se daba cuenta o sea hacía el difícil, el caso es que hablamos diez minutos, nos despedimos y seguimos nuestro camino. Hicimos lo que teníamos que hacer en la casa de ese man y nos devolvimos para la mía. Cuando estábamos a una cuadra apareció un tipo vendiendo voladores –ese año fue el primer año en el que el uso de la pólvora estuvo prohibido -; sin pensarlo me gaste los últimos cinco mil pesos que me quedaban en el bolsillo. Rodrigo estaba rabón porque me gasté la plata en pólvora y no en trago. Marica, le dije, no se preocupe que en la casa trago es lo que sobra. Llegamos a la casa faltando quince minutos para la media noche. Recuerdo que un señor se me acercó y me dijo: ¿dónde consiguió la pólvora? A la vuelta, le contesté orgulloso del hallazgo. Le extendí la mano diestra para saludarlo cortésmente, y luego la zurda para darle uno de los doce voladores; él, en compensación, me dio un cigarrillo prendido para encender la mecha del cohete; repartí los otros voladores entre los hombres que estábamos afuera. A las doce en punto, cada uno encendió su cohete y sonaron al unísono a las doce de la noche –de hecho, fueron los únicos voladores que sonaron en ese barrio, y quizás en todo el norte de la ciudad-. Después nos entramos a comer y a beber como es regla en las festividades decembrinas…

3.

A Carolina Puerta la conocí una mañana plomiza de abril. Eran la una de la tarde y estábamos sentados Luís Carlos y yo en uno muro de setenta centímetros de altura que está a la vera del parqueadero. Hablábamos alegremente cuando llego del margen izquierdo una mujer con rastas, pantalón negro, un libro en la mano derecha y una sonrisa radiante. Se acerco vacilante, temerosa de interrumpirnos. Dio tres pasos en diagonal hasta quedar frente a Luís Carlos. Se disculpo con voz tenue, levanto el brazo en el que llevaba el libro al tiempo que le agradecía a Luís Carlos. Me miro de reojo y se fue nuevamente por la izquierda. Cuando se hallaba a distancia prudente le pregunte a Luís Carlos por el nombre de ella; Carolina Puerta, me dijo; está viendo teoría de cuerpos conmigo. ¡Mhhh, que interesante!, le respondí.


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