viernes, marzo 07, 2008

Mónica

Hay amores que crecen al margen de la distancia y que hunden sus raíces en la tierra de la melancolía con bastante fuerza; la siguiente historia resume un amor con estas características.

La noche del 29 de diciembre del 2006 yo estaba chateando en un portal llamado chatear.com. La noche transcurría normalmente hasta que me encontré con una colombiana en este mismo sitio (lo cual era muy extraño ya que el noventa por ciento de los integrantes de este lugar son chilenos y argentinos). A los pocos minutos sabía que era una barranquillera de treinta y cuatro años de edad y que era una doctora de saludcoop. A las tres de la mañana ella me dijo que se tenía que ir porque tenía turno al otro día; me dió el correo y me dijo que le escribiera; yo le prometí que le escribiría sin falta al otro día.

Al siguiente día me levanté a las tres de la tarde; me desayuné y me senté a escribir dos correos que tenía pendientes: el de una amiga argentina que había conocido días antes en el mismo portal y el de la barranquillera. A las nueve y media de la noche ella me contestó contándome que tenía una hija y que era separada. Me preguntó qué autores le aconsejaba para leer. Recuerdo que este correo me llenó de alegría. Le contesté con toda la arrogancia que cabe en esta cabeza: le sugerí autores y libros rebuscados que, si bien es cierto me gustaron, pretendían descrestar. Ella contestó a esta andanada con buenos propósitos para el próximo año…

Los correos iban y venían hasta que el seis de enero nos encontramos casualmente en el chat de gmail. Ese día chateamos más de seis horas y le pude conocer la voz gracias a que ella me llamó al celular. La primera impresión que tuve al hablar con ella fue la idea que me estaba mintiendo puesto que su voz no era la de una mujer de treinta y cuatro años. Después de tres minutos de charla me di cuenta que su voz sonaba así porque estaba muy nerviosa.

De ahí en adelante mezclábamos todas las formas de comunicación posibles en esas circunstancias: chats, llamadas telefónicas, e-mails y cartas tradicionales. Todo venía en ritmo ascendiente hasta que el sábado 20 de enero ella me propone que seamos novios. Yo sin titubear acepto, iniciando así nuestro noviazgo.

Hoy hace un año, el 8 de marzo de 2007, nos vimos por primera vez. A las siete de la mañana me llamó para saludarme y me encontró de malgenio gracias a que tenía que presentar un parcial de análisis matemático I y no había estudiado nada. Nos peleamos durante media hora hasta que entré al salón a presentar el parcial. Cuando concluyo el tiempo del examen hablamos y nos reconciliamos. Me fui para el apartamento a alistar mi ropa que utilizaría en el fin de semana... Como llegue al aeropuerto media hora antes de lo acordado, me senté en una sala a esperar que arribara ella. Cuando faltaban diez minutos me puse bastante nervioso: las manos me empezaron a sudar, me sentí mareado y con náuseas. Cuando vi en la pantalla que el avión había aterrizado estuve tentado a salir corriendo. Tome aire, me paré y me fui caminando lentamente hacia la muelle de salida. Empezaron a salir un grupo de hombres ataviados con impecables trajes de paño, luego unas muchachas con camisetas y jeans raídos… salían y salían personas y yo no veía a Mónica salir. ¿Será que ya salió y no me di cuenta? Me preguntaba al tiempo que me ponía más nervioso. ¿Qué hago si ya salió? ¿Será que la llamo? Me hice un ovillo de preguntas. A los pocos segundos vi la silueta de una mujer flaca, alta, hermosa. La sombra se fue diluyendo hasta hacerse mujer. Sí, era ella. Flaca, la llame con la voz temblorosa. Ella giró la cabeza hacia mí y se vino lentamente. Yo empecé a temblar sobrenaturalmente. Ella al verme tan nervioso le dió risa al tiempo que me daba un beso en la mejilla. Yo le di un mamut de peluche que había comprado la semana anterior. Lo miró con ternura y me dio un abrazo que trajo algo de sosiego a mi alma. Ella, acto seguido, tomó de entre los brazos del mamut la rosa que este sostenía y a la que sólo le sobrevivía un pétalo. Me miró con cara de “¿esto es una flor?”. Levanté los hombros en señal de “no sé qué paso con la rosa; ella estaba completa hace media hora”. Tomé la maleta y nos fuimos a buscar un taxi…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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